jueves, marzo 20

Colombia

Hay, que dolor, que amargura tan profunda, que terrible angustia la que me acongoja en este momento. No pensé volver a sentir una preocupación como ésta; me pasaba en esos días de no ser, cuando nada seguro en mi vida tenía y nada me preocupaba del devenir, cuando todo era efímero, cuando mis decisiones no afectaban a nadie y nada me afectaba a mi, cuando me ahogaba todos los días en el existencialismo agudo de los sonido fuertes del mundo, escuchando tambores que resonaban en mi cabeza o bajos que retumbaban en mi sangre amplificados por el ácido, días como aquellos no volverán...
Pero si han vuelto las angustias, preocupaciones por mi vida por nuestra vida, ahora no soy solo; ahora no soy uno, somos tres, somos nosotros quienes sufrimos la inconciencia de un país que duele, no por sus habitantes, no por el pueblo quien finalmente es otra víctima como yo lo soy, de unos cuantos que ni siquiera son representantes que no es que hayamos elegido libremente sino que son quienes se nos impusieron, sufro y sufrimos las desgracias de aguantar, ser tolerantes, ser conscientes que el fuego no se debería combatir con fuego, ser pacifistas, amar tanto a nuestras familias que estamos dispuestos a sacrificarlo todo por ellas para que no sufran el dolor de la guerra, de la muerte, de las desapariciones, estamos dispuestos a vivir así abatidos, toda una vida de padecimientos, como dice la canción, "si hay males que duran cien años y pueblos que los resisten" (Velandia y la Tigra).
Escribo para desahogarme, tratar de sacar este tumulto de sentimientos que apercollan desde dentro mi garganta y no me dejan respirar normalmente, ni me dejan hablar y fuerzan mis lágrimas al momento de pensar el futuro. Y me pregunto ¿Qué futuro le he dejado a mi hijo? ¿Qué futuro le va a quedar para vivir? Un mundo controlado por un grupo de personas que se han puesto allí en el poder, ilegítimamente y que ha sacado a aquellas personas que si hemos elegido por voto popular, estamos condenados a repetir la historia, tal cual cien años de soledad, mil años de soledad, estamos condenados al olvido, y cuando los que nos recuerden se acuerden de nosotros nos recordarán como esos, ese pueblo, viejo pueblo, aquellos quienes no fueron capaces de nada, el primer eslabón de la cadena del control total, quienes simplemente a cambio de.... ¿a cambio de qué?... a cambio de nada, se entregaron en cuerpo y alma a  un doloroso martirio con la esperanza de que algún día llegue otro como Bolívar, algún día llegue otro como Gaitán o como Galán...
Un pueblo indignado, con sí mismo que nunca fue capaz de superar sus miedos y arriesgarlo todo por sus ideales, un pueblo dividido fácilmente por la influencia de los medios de comunicación, un pueblo cegado por las noticias del exterior, un pueblo que así como se fue quedando, así como poco a poco fue aceptando así como fue olvidando para poder seguir adelante con su particular vida, fue siendo olvidado por todo el resto del mundo, y cuando todos los habitantes fueron los primeros robots, cuando su país no fue  territorio libre y soberano... cuando su país fue la primer cárcel moral y ética del mundo, la más grande, con chips en los hijos de sus hijos, con ojos vigilantes en cada esquina, en cada rincón, para cuidar sus posesiones de los peligros que acechan en la sombra de un árbol, en la oscuridad de las profundas aguas y en la brisa del smog de las ciudades, ojos que vigilan sus posesiones y cuidan que las sombras de cada persona se muevan a la par con las demás. País del olvido, ese país del Espíritu Santo la gran cueva de Platón...
¡Ay! ¡Ayayay! ¡Ay! que dolor, que fuerte dolor, ay mi Colombia que tanto me dueles en el alma, qué tanto dolor en mi corazón, qué tanto dolor en los huesos, yo te amo Colombia, amo tus tierras y el ser colombiano, pero así como todos, así como esas películas que no tienen un final feliz, así como los libros que no terminan bien, así como esas historias que lo dejan a uno con el ánimo más caído que antes... ¡que sí existen!
Así como mi pueblo, el pueblo colombiano no hará nada y seguiremos esperando a que las próximas generaciones hagan lo que no hicimos nosotros, que no hicieron nuestros padres, ni nuestros abuelos, ni sus abuelos, ni los de ellos... así de hondo me dueles Colombia....  así yo tampoco haré nada... y lo siento por quienes piensan que hay otras alternativas, que existen otras opciones pero todos esos esfuerzos no son nada, se los aseguro, no son nada contra ese gran e implacable poder que tienen ellos... el jodido televisor... lo único que ofrezco a mi hijo es que no tengo televisor... y sí... finalmente les digo... yo tampoco haré nada... porque estoy esperando morir por algo que valga la pena.

Como esos caballeros de la triste figura, esperaban morir por su amada, esperaban morir por ese ideal, por ese doliente sufrimiento de los demás... pero aquí... ¿quién sufre? NADIE, todos, lo único que hacemos es aguantar.

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