Hay, que dolor, que amargura tan profunda, que terrible
angustia la que me acongoja en este momento. No pensé volver a sentir una
preocupación como ésta; me pasaba en esos días de no ser, cuando nada seguro en
mi vida tenía y nada me preocupaba del devenir, cuando todo era efímero, cuando
mis decisiones no afectaban a nadie y nada me afectaba a mi, cuando me ahogaba
todos los días en el existencialismo agudo de los sonido fuertes del mundo, escuchando
tambores que resonaban en mi cabeza o bajos que retumbaban en mi sangre
amplificados por el ácido, días como aquellos no volverán...
Pero si han vuelto las angustias, preocupaciones por mi vida
por nuestra vida, ahora no soy solo; ahora no soy uno, somos tres, somos
nosotros quienes sufrimos la inconciencia de un país que duele, no por sus
habitantes, no por el pueblo quien finalmente es otra víctima como yo lo soy,
de unos cuantos que ni siquiera son representantes que no es que hayamos
elegido libremente sino que son quienes se nos impusieron, sufro y sufrimos las
desgracias de aguantar, ser tolerantes, ser conscientes que el fuego no se
debería combatir con fuego, ser pacifistas, amar tanto a nuestras familias que
estamos dispuestos a sacrificarlo todo por ellas para que no sufran el dolor de
la guerra, de la muerte, de las desapariciones, estamos dispuestos a vivir así
abatidos, toda una vida de padecimientos, como dice la canción, "si hay
males que duran cien años y pueblos que los resisten" (Velandia y la
Tigra).
Escribo para desahogarme, tratar de sacar este tumulto de
sentimientos que apercollan desde dentro mi garganta y no me dejan respirar
normalmente, ni me dejan hablar y fuerzan mis lágrimas al momento de pensar el
futuro. Y me pregunto ¿Qué futuro le he dejado a mi hijo? ¿Qué futuro le va a
quedar para vivir? Un mundo controlado por un grupo de personas que se han
puesto allí en el poder, ilegítimamente y que ha sacado a aquellas personas que
si hemos elegido por voto popular, estamos condenados a repetir la historia,
tal cual cien años de soledad, mil años de soledad, estamos condenados al
olvido, y cuando los que nos recuerden se acuerden de nosotros nos recordarán
como esos, ese pueblo, viejo pueblo, aquellos quienes no fueron capaces de
nada, el primer eslabón de la cadena del control total, quienes simplemente a
cambio de.... ¿a cambio de qué?... a cambio de nada, se entregaron en cuerpo y
alma a un doloroso martirio con la
esperanza de que algún día llegue otro como Bolívar, algún día llegue otro como
Gaitán o como Galán...
Un pueblo indignado, con sí mismo que nunca fue capaz de
superar sus miedos y arriesgarlo todo por sus ideales, un pueblo dividido
fácilmente por la influencia de los medios de comunicación, un pueblo cegado
por las noticias del exterior, un pueblo que así como se fue quedando, así como
poco a poco fue aceptando así como fue olvidando para poder seguir adelante con
su particular vida, fue siendo olvidado por todo el resto del mundo, y cuando
todos los habitantes fueron los primeros robots, cuando su país no fue territorio libre y soberano... cuando su país
fue la primer cárcel moral y ética del mundo, la más grande, con chips en los
hijos de sus hijos, con ojos vigilantes en cada esquina, en cada rincón, para
cuidar sus posesiones de los peligros que acechan en la sombra de un árbol, en
la oscuridad de las profundas aguas y en la brisa del smog de las ciudades,
ojos que vigilan sus posesiones y cuidan que las sombras de cada persona se
muevan a la par con las demás. País del olvido, ese país del Espíritu Santo la
gran cueva de Platón...
¡Ay! ¡Ayayay! ¡Ay! que dolor, que fuerte dolor, ay mi
Colombia que tanto me dueles en el alma, qué tanto dolor en mi corazón, qué
tanto dolor en los huesos, yo te amo Colombia, amo tus tierras y el ser
colombiano, pero así como todos, así como esas películas que no tienen un final
feliz, así como los libros que no terminan bien, así como esas historias que lo
dejan a uno con el ánimo más caído que antes... ¡que sí existen!
Así como mi pueblo, el pueblo colombiano no hará nada y
seguiremos esperando a que las próximas generaciones hagan lo que no hicimos
nosotros, que no hicieron nuestros padres, ni nuestros abuelos, ni sus abuelos,
ni los de ellos... así de hondo me dueles Colombia.... así yo tampoco haré nada... y lo siento por
quienes piensan que hay otras alternativas, que existen otras opciones pero
todos esos esfuerzos no son nada, se los aseguro, no son nada contra ese gran e
implacable poder que tienen ellos... el jodido televisor... lo único que
ofrezco a mi hijo es que no tengo televisor... y sí... finalmente les digo...
yo tampoco haré nada... porque estoy esperando morir por algo que valga la
pena.
Como esos caballeros de la triste figura, esperaban morir
por su amada, esperaban morir por ese ideal, por ese doliente sufrimiento de
los demás... pero aquí... ¿quién sufre? NADIE, todos, lo único que hacemos es
aguantar.
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